miércoles, 8 de noviembre de 2017

CONTAR SIN CONSENTIMIENTO

HABÍA UNA VEZ UNA FEMINANCY - II

El machismo es una experiencia que se cuenta a sí misma para existir. Se hace fuerte mediante relatos constantes que, entre otras cosas, desacreditan la identidad de cualquier persona que no se someta a su necesidad de control.
Lxs machistas fabrican la inadecuación a través de mentiras y juegos de palabras y luego responsabilizan de su inadecuación a las personas que acosan, forzándolas a una identidad y una existencia siempre en riesgo de ser negada.
Una manera machista de contar la realidad es calificar de mentira cualquier cosa que salga de boca de una mujer, cis, trans, lesbiana. Según el punto de vista macho, cualquiera que no se comporte también como un macho, es ambiguo, peligroso y manipulador. Se nos dice que la psicología o el carácter masculino es más básico: por ende, el “poder femenino” de armar un relato de la realidad es peligroso. La táctica del macho para controlar este “poder” será ponerlo en duda sutil o abiertamente, cada vez que se presente la ocasión.
A diario escuchamos machistas justificando chistes que no son otra cosa que violencia verbal, golpes, violaciones, subyugación doméstica, muertes por abortos clandestinos, femicidios, travesticidios, lesbicidios. Escuchamos relatos donde las identidades femeninas y no-heteronormadas se presentan como ajenas a lo cotidiano y terminan siendo misterios, fantasías. Nunca personas reales, con deseos reales, con dificultades reales,  que merezcan empatía, afecto o preocupación genuina. El relato machista despersonaliza para matar mejor.
El caso del lesbicidio de Pepa Gaitán es un ejemplo de cómo la mentira machista transforma la violencia del asesino en defensa propia, cuando nos dice que Pepa fue la violenta, la que amenazó su vida, la lesbiana malvada, la torta, la degenerada; que hubo una pelea previa a la muerte, cuando jamás existió pelea alguna.
Para contrarrestar el cuento macho de la mentira vamos a interrumpir el diálogo impuesto por una cultura que sigue ofreciendo personajes y formas de contar que anulan nuestra propia experiencia de vida. Escribirse y reescribir cuantas veces sea necesario, nuestra propia historia. Volver atrás, ir para adelante, buscar, construir y olvidarse de las toneladas de mierda contadas en nuestro nombre, sin consentimiento.



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